lunes, 9 de marzo de 2009

La Visita ///////////


Dos días de playita en Manzanillo, una comida privada entre las dos parejas presidenciales en una lujosa hacienda, un paseo por Teotihuacán y un día de “visita oficial” durante el cual la Junta de Coordinación Política del senado celebrará una “sesión solemne” debido a la “la alta investidura del visitante y de los invitados” conforman el itinerario que el presidente de Francia Nicolás Sarkozy y su esposa seguirán en el transcurso de su primera visita a México.

En Francia, días antes la visita, un grupo de senadores le exigía a su presidente anular el viaje a México ya que consideraban que el arresto en el 2005 de la francesa Florence Cassez (acusada de complicidad con la banda de secuestradores “Los Zodiaco”) era obra de una manipulación mediática orquestada desde el gobierno y que la codena a 60 años de prisión significaba una flagrante provocación en contra del gobierno francés. Hoy lunes, los encabezados de los principales periódicos debaten acerca de lo que puede (o no) hacer su presidente en torno al futuro incierto de Cassez, teniendo en cuenta la voluntad expresa de Sarkozy por repatriar a su connacional para que purgue su pena en Francia.

Sin embargo, Nicolas Sarkozy (electo en el 2007) carga con el cada vez más pesado estigma de ser llamado “el hiperpresidente”. El término se le acuña gracias a su carácter hiperactivo (de paso veloz que lo hace correr en su caminar), hipernervioso (no repara en enojarse a la menor provocación), hiperatlantista (expresa cada que puede su admiración hacia Estados Unidos), hiperpresente (en todos los ámbitos y niveles de la política nacional y europea) e hipermediático (debido a su relación más que cuestionada con los principales medios de comunicación). En otras palabras, “Nicolás Bling-Bling” ha roto con la tradición de tener una figura presidencial alejada de las politiquerías internas, idealista en el planteamiento de su política exterior, cercana a las clases sociales mayoritarias, antagonistas a los propósitos del gobierno estadunidense y siempre prudente en sus exposiciones al público; y que había sido encarnada exitosamente desde el General Charles de Gaulle hasta Jacques Chirac. Esta ruptura tan indiscreta con la tradición, es actualmente sancionada con el puntaje más bajo de popularidad en lo que va de su administración. Según las encuestas, la tendencia se confirmaría si el mandatario continúa con el proceso de reformas emprendido desde que asumió el poder.

Contrariamente a lo que pasa en el país europeo, en México Felipe Calderón (electo en el 2006) cuenta con una presencia mediática que se centra esencialmente en los discursos triunfalistas que pretenden convencernos de que los tiroteos en las calles no son más que pruebas de la victoria que se aproxima si nos unimos a su guerra en contra del narcotráfico. Carente de imaginación y con un margen político cada vez más reducido, el presidente de México se hunde en su intento por legitimarse a costa de lo que sea, enviando a las calles a un ejército sin estrategia y mal preparado para luchar en contra del narcotráfico. Mientras que más de la mitad de la población empieza a sufrir las consecuencias de una crisis generalizada, su presidente gris no puede ni con su gabinete, ni con su partido, ni con una izquierda dividida, ni con el PRI que asecha, ni mucho menos podrá contra el narco. Por su parte, la presidenta de la comisión de relaciones exteriores del senado Rosario Green (una priísta reciclada) se apresta a declarar a vísperas de la visita que "Las relaciones entre México y Francia son excelentes, siempre lo han sido…”, "El presidente Sarkozy ha decidido hacer una visita de Estado y nosotros estamos entusiasmados por ello, porque el fortalecimiento de las relaciones es significativo".  Si con “relaciones excelentes” se refiere a la ausencia de relaciones serias de compromiso compartido, tiene toda la razón. Sin embargo, no sería decoroso, en esta ocasión, tratar de hablar acerca de las ambiciones en materia de política exterior de un gobierno narco-centrista, cuya esperanza por seguir siendo considerado un país en vías de desarrollo se diluye a cada año que nos alejamos del régimen salinista.

Pero estos dos perfiles a grandes rasgos no podrían ser redondeados sin que se tratara de interpretar lo que verdaderamente significa la visita de Sarkozy a México, o a Calderón, si de ser más precisos se trata. Dos cosas: primero, la profunda incomprensión de dos países que no se conocen. Ni el origen de sus problemas, ni el estado de sus presentes, ni la naturaleza de sus desafíos son temas de discusión en ninguno de los dos países. Y segundo, lo saludable que le viene a Calderón el recibir a un presidente francés y el aire fresco que le significa a Sarkozy el haberse ofrecido semejante escapadita.

P.D. ¿Qué nos querrán decir con esas manos abiertas?